Objetivo cumplido. El acto debía ser un bálsamo para la Presidenta y lo fue. No hubo nada inesperado. Cristina esquivó el protocolo; evitó el Tedeum; saludó lo más rápido que pudo a los Congresales de 1816 y se fue al Hipódromo a recibir lo prometido.
Nada nuevo bajo el sol: Alperovich la aduló y habló de independencia económica, algo que añoran todas las provincias argentinas. Cristina recordó que la culpa es de la crisis de afuera, de los medios y de los socios que quisieron poner patas para arriba el país. Hizo la advertencia de que se pueden venir tiempos incómodos.
Quedó repiqueteando un mensaje de unidad pedido por un poder que fue impiadoso con los que no pensaban como él. Un llamado de comunión que no se entiende si incluye a los Scioli y a los Moyano que fueron (¿son?) del mismo movimiento. Menos se entiende cuando ningún dirigente de la oposición fue invitado al acto de la unidad.